Los discos de Paul McCartney son como el buen vino: cuanto más añejos, se aprecian mejor. En la época en que se editaron “London Town” y “Back to the Egg”, por ejemplo, casi todos tendían a compararlos hacia bajo con respecto a “Band on the Run” o “Venus and Mars”, pero ahora es sorprendente la cantidad de gente que admira esos álbumes como sus favoritos de Wings. Es cierto que no todos los discos de Paul como solista convencen íntegramente, pero los altibajos han acompañado a todos los ex beatles, y en todo caso, ajustando cuentas con la discografía en solitario de cada uno de ellos, en mi opinión el más convincente artísticamente ha sido McCartney. Sin embargo, en el rock sigue pesando la imagen. En este aspecto, curiosamente, McCartney siempre ha estado en las antípodas de Lennon y Harrison, quienes necesitaban distinguirse por sus posturas políticas o místicas, muchas veces por encima de la creatividad desplegada en sus discos. Sin embargo, hay elementos objetivos para inclinar la balanza a favor de Paul en lo que respecta a sus aportes estrictamente musicales. Como le comentaba a un amigo beatlemaniaco, el despliegue en cuanto a armonías vocales definió de algún modo a Los Beatles y fue un rasgo característico, sino una de las causas de su éxito y trascendencia dentro de la música pop, así como de otras bandas importantes como Los Beach Boys, Mama and the Papas, The Byrds, Neil Young, The Who, Yes y Queen, por poner algunos ejemplos un tanto heterogéneos. Pues bien, el único ex beatle que ha destacado por el empleo de armonías vocales en sus composiciones ha sido Paul McCartney, y eso para mí lo describe como un gran artista más que cualquier consideración extramusical.Valgan estas líneas apresuradas como un homenaje personal a Paul por sus sesenta y cuatro años cumplidos. Un músico a quien respeto y admiro por su versatilidad y creatividad imparables. Por el álbum “Ram”, que por su sentimiento, sus bellas melodías, sus geniales armonías vocales y su garra beat es para mí uno de los 100 mejores álbumes de la historia del rock. Por haber compuesto “Helter Skelter”. Por su extraordinario vozarrón, que aún le dura. Porque “For no one” es una de las baladas más hermosas y perfectas que haya escuchado nunca. Porque puede componer canciones de más de cinco minutos y también de menos de un minuto, y en ambos casos funciona. Porque nunca es monocorde sino minimalista. Porque toca todos los instrumentos con gran talento. Porque es un dios del bajo. Porque la letra de “Silly love songs” es la mejor y más inteligente defensa de las baladas que haya escrito un músico pop; porque la estructura de “Silly love songs” merece un mäster en composición musical, en armonías y en bajo. Porque a los 57 años no se había convertido en un pelmazo tipo Elton John o Phil Collins sino que fue capaz de grabar un álbum tan frenético como “Run devil run”. Porque a los casi 60 años todavía se dio tiempo para roncar de maravillas en canciones como “Lonely road”, “About you” o “Rinse the raindrops” del “Driving rain”. Porque continúa grabando excelentes discos, después de 40 años de una carrera musical ininterrumpida, como lo prueba su último “Chaos and creation in the backyard”. Porque muchas de sus canciones son microhistorias que si un escritor las tomara como base para una colección de cuentos, de seguro saldría un clásico de la literatura, entre “Alicia en el país de las maravillas” y “El Dr. Jekyll & Mr. Hyde”. Porque casi ha convencido al mundo de que es inmortal.
Agradecemos la excelente colaboración de nuestro amigo Arturo Delgado..Visitenlo en: